Hoy mi recomendación va de “quedarse alucinada”, y es que
sabía de antemano que Darío Vilas escribía como los ángeles, pero adentrarme en
una de sus obras ha sido un verdadero hallazgo. Tengo que reconocer que el
título de la novela (aunque me parecía una genialidad) me tenía descolocada,
sin saber qué me podría encontrar entre sus páginas, “El hombre que no
sacrificaba a las gallinas viejas” se ha convertido en uno de mis
indispensables.
Tiene ciertas reminiscencias o similitudes en estilo al gran
Charles Bukowski, un autor al que idolatro. Porque su narración es descarnada,
visceral, y muy muy cruenta, de esas que tienes que cerrar los ojos y centrarte
en otra cosa durante un minuto para seguir leyendo, y evitar así que se te
salten los empastes de pura rabia.
El protagonista de la novela es enigmático, esconde oscuros
secretos que el autor nos irá desvelando a lo largo de la trama, ¡y que
secretos! No sabes por dónde saldrá o qué hará en su próximo movimiento, me ha
estado engañando con cada paso, porque sus pensamientos iban hacia un lado y
sus actos no los acompañaban, y todo ello para llevarme a un final de traca, de
los de “café, copa, puro y polvete si se
deja” (expresión que usamos mis hermanos y yo jejeje)
La novela se desarrolla en Simetría, un lugar ficticio pero
que se convierte en una realidad gracias a las descripciones detalladas que nos
regala Darío, un lugar que al recordarlo se me ponen los pelos de punta, tan
angustioso, decadente e infernal que no puedes dejar de sentir miedo mientras
los personajes rondan por sus calles. Los habitantes no se quedan atrás, el
autor ha creado un mundo paralelo que nos engulle y proporciona una desazón
enorme con la lectura. Ahora está de moda llamar a este tipo de obras “realismo
sucio”, para mí es una manera visceral de coger por las gónadas al lector y
zarandearlo hasta que sienta el primer derrame cerebral, así de simple y
complejo. ¡Y eso es lo que me encanta!
Me apasionan los libros que me provocan cualquier tipo de
sensación, y cuanto más intensa mejor; en el caso de “El hombre que no
sacrificaba a las gallinas viejas” las emociones han superado las cotas más
altas de intensidad.
Mientras lees no estás seguro de si es un libro sobrenatural
o de una realidad aplastante, ni de si sus personajes son buenos o malos, o si
lo que está sucediendo traerá consecuencias desastrosas o no, pero cuando
llegas al final y descubres el “pastel” (¡oh ese final!), es una de las mejores sensaciones
que se pueden tener.
Sí, esta novela se ha convertido en uno de mis
libros de terror favoritos y os la tengo que recomendar encarecidamente.
Nota para el autor: Darío, que sepas que Gertrudis me caía
bien y Magnolia no tanto, y ahí lo dejo porque al final contaré más de la cuenta y no me gustan los
spoiler.
Aquí os dejo la sinopsis; si leyéndola no sentís la necesidad de comprar la
novela rápidamente, deberíais hacerlo, es lectura perturbadora y adictiva, os lo aseguro:
“Marquitos Laguna se
ha retirado del oficio. Ahora prefiere cuidar su huerto y recoger los huevos de
sus gallinas. Antes, en otra época, Marquitos era un justiciero parco en
palabras, un matador criptozoológico en la abundante isla de Simetría, un muro
de dos metros de hostias enfundado en el guante de un hombre en traje negro.
Pero ya no, sus noches más oscuras quedaron atrás. O al menos eso creía hasta
hace unas horas. Porque hace nada, las gallinas viejas, esas que nunca
sacrifica sabe Dios por qué, han comenzado a revolotear de aquí para allá,
dejándolo todo lleno de plumas. La tierra de ese huerto que ahora se dedica a
cuidar, ha empezado a retemblar. La carne putrefacta de toda una vida en negro
se afana por abrirse paso a base de dentelladas y uñas rotas. Y Marquitos, un
muro de dos metros de amor venido a menos, se teme lo peor:
Que regresen sus noches más oscuras. Que se le atragante el olor de una
Magnolia.
O que haya llegado la hora de volver a sacrificar.
El hombre que nunca sacrificaba las gallinas viejas es una historia de
realismo bizarro, de una isla que alberga toda la inmundicia humana, de
fantasmas del pasado que regresan a golpe de vaso de güisqui sobre la barra de
un bar. De vampiras imaginarias, de zombis mentales que acompañan a su
protagonista y de un ente vengativo que pretende culminar una obra maestra del
asesinato:
La Magnolia Azul.”
Y aquí la página de compra: