Los dioses ya han elegido bando
Tras aquellas montañas escarpadas
llegaban las hordas enemigas, pisando la tierra con fuerza, levantando
remolinos de polvo que eran aspirados por fosas nasales agitadas, corazones desbocados
y alguna que otra lágrima mal camuflada, creando surcos blancos sobre las
mejillas de las protectoras del mundo amazónico.
Aquel hombre al que todos creían
todo poderoso, el General Ithacá, sintió un escalofrío en la columna al
contemplar aquella bruma acercarse, como cuando su amada paseaba el índice por
la piel, aunque en aquel momento el estremecimiento no era placentero. Tras una
larga inhalación que llenó sus pulmones cansados, decidió que esperar era de
cobardes, ordenando a su batallón de guerreros prepararse para cargar contra el
enemigo, pronto terminaría la incertidumbre de si la tierra que pisaban sería
regada con más sangre roja que blanca.
Bajo el cielo despejado, un
trueno rasgó el silencio de aquel día, las sacerdotisas daban el visto bueno al
enfrentamiento, augurando la victoria para aquellas mujeres auto mutiladas, que con
ojos envenenados por la ira dejaban la protección de su fortaleza; acabar con
la plaga humana era su único objetivo, venían preparadas para morir luchando o
luchar hasta encontrar la muerte.
La Princesa amazona pasó la mano
a través del agujero del casco, agarró el trenzado de su cabello y se colocó el
yelmo tapando parcialmente su rostro níveo y pecoso. Levantó su espada en alto
y dando la orden de ataque, espoleó al caballo con furia para cargar contra los
desgraciados hombres que pronto perecerían bajo sus manos.
Ambos grupos guerreros
colisionaron, un ruido quejumbroso se despidió de cada una de las gargantas en
las primeras filas de combate, el resto, esperaban el momento preciso para
ensartar el filo de sus armas en la piel del enemigo.
Las flechas sobrevolaban sus
cabezas, impactando en el cuerpo de los hombres que en la retaguardia miraban con
preocupación el despliegue amazón, sus manos temblaban mientras sentían
espasmos en su cuerpo al caer como simples marionetas a las que han cortado las
cuerdas.
La Princesa hundió el puñal en el
pecho de Ithacá, lo miró a los ojos por última vez y pidió perdón por quitarle
la vida.
— Si estuviese en mi mano salvar
la vida de tu pueblo, así lo habría hecho. Pero los dioses han elegido al dueño
de la tierra que pisas. Amazonia es nuestra y no hay cabida para más reyes ni
gobernantes. Descansa en paz mi querido General, algún día nos encontraremos en
el infierno y podrás vengarte, derramando mi sangre blanca y pintando con ella
tu cuerpo.
3 comentarios:
¡Woow! O-O me encantaaa!!!
faNTASTICO
Magnífico cuento que narra muy bien lo que querías. Las Amazonas siempre me han fascinado. Corben, un ilustrador las hacía salir en sus cómics.
Nos veremos en el infierno, ¡seguro!
Besos.
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