Nuevo relato de nuestra serie de eróticos, fantástica mi chica, espero que lo disfrutéis como yo lo hice, uno de los mejores textos que he leído ;D
Serie de relatos eróticos. UN DÍA MÁS, UN DÍA MENOS (Por Larubiadelabici)
Cuando entró en la oficina, ella ya estaba allí, sentada ante su mesa, con los ojos envueltos en gafas de pasta, fijos en la pantalla del ordenador. Hablaba, sonreía. Hundidos en sus pequeñas orejas, unos auriculares blancos. Volando frente a su boca, el micrófono. Leyó sus labios siguiendo el guión que él mismo había preparado:
- ¿Es usted el responsable de las comunicaciones en su empresa?
La respuesta a aquella pregunta no podía escucharla, aunque lo más probable es que fuera un: “el responsable está reunido, llame más tarde” o un “lo siento, no tengo tiempo para atender a todas las llamadas comerciales que me hacen a lo largo del día”, fuera cual fuera, ella siguió sonriendo. Hacía bien, pensó, las sonrisas también se transmiten por las ondas.
Era buena, aún no le habían colgado el teléfono y estaba soltando una parrafada, lo que indicaba que al otro lado de la línea, había alguien escuchando. Tenía una bonita voz, dulce y sensual, él tampoco habría podido colgar, hay voces que anuncian belleza, en este caso, la publicidad no era engañosa, era guapa, por eso se merecía que el jefe del jefe, el jefe de todos los jefes, bajara a admirarla.
Se apoyó en el quicio de la puerta, era consciente de que los demás tele-operadores lo observaban y se preguntaban qué estaba haciendo allí. Que miraran, que especularan, ni el más imaginativo de todos ellos, podría nunca saber lo que pasaba por su mente.
Su mesa estaba situada junto a la ventana, era un buen sitio, allí solo estaban los más antiguos, aquellos que realmente “funcionaban”, cumplían los objetivos y se mantenían en su silla. Junto a su ordenador, un poto, verde, brillante, tan vivo como su propietaria. Junto al poto, sus dedos largos hacían tamborilear un boli bic, bajo su mesa, bailando sobre la punta de su pie, su zapato de tacón seguía el ritmo alegre del bolígrafo. Sexy. Sonrió.
Tenía que marcharse, tirar de sus ojos, separarlos de ella y volver a su despacho, la gracia estaba en que nadie lo supiera, en simular no conocerse, él la trataba con deferencia, igual que a cualquier otro empleado, ella, por su parte, aparentaba azoramiento y nerviosismo cuando se lo encontraba, bajaba la mirada, sonreía con timidez y se escabullía. Un “buenos días” al cruzarse en el hall, un imperceptible roce en un pasillo......El ascensor era su lugar más íntimo, cuando iba lleno y ella entraba, siempre se las ingeniaba para ponerse de espaldas, delante de él, mirando a la puerta, pegando sus nalgas contra su cuerpo para sentirlo, él, a su vez, rozaba con su sexo su culo y quedaban tan cerca que podía oler su pelo y casi besar su cuello, pero no hacían nada, solo mantenerse así hasta que el elevador se aliviaba y el decoro los obligaba a separarse, era difícil disimular su erección, aunque salía con las manos dentro de los bolsillos, ahuecando el deseo , lleno de risas secretas. Podrían decirlo, ambos eran solteros y ese tipo de relaciones no estaban prohibidas por la empresa, aun así, lo ocultaban por el gusto de vivir aquellos pequeños momentos de juego.
Ella seguía hablando, recogía su pelo espeso y rubio enredándolo en un lápiz, aún no había percibido que estaba siendo observada, sus ojos se distraían en algún lugar al otro lado de la ventana, parecía concentrada en la conversación telefónica. El sol de invierno atravesaba con fuerza el cristal, casi podía sentir su calor sobre aquella blusa de seda beige que tantas veces le había quitado, buceando en su escote, se topó con el encaje fino de su sujetador azul marino.
Se vio desabrochando los dos únicos botones que cerraban, a su cuello, aquella camisa, una vez abiertos tenía que sacarla por su cabeza, ella siempre intentaba ayudarle, él no la dejaba, desnudarla era su rito, ella reía y levantaba los brazos, se dejaba hacer como una niña. Era muy suave la blusa. Ella también, muy suave.
Le gustaba verla en sujetador y con la falda aún puesta, elevada sobre sus tacones, sonriendo, esperando que él se decidiera a seguir desnudándola, entonces, en lugar de bajar la falda, se la subía y miraba sus bragas, siempre a juego, así que las de hoy, eran aquellas tan pequeñitas, las de las cintas con lazos en las caderas. Iba a costarle aguantar hasta la noche para tirar de esos lazos. A partir de aquel momento la ropa se había convertido en invisible para él, sus ojos eran unos rayos x, la veían en ropa interior, con sus pechos desbordados tras los encajes, con aquellas cintas enmarcando su triángulo, bailando distraída su zapato con la punta de un pie, en medio de una oficina llena de gente que nada sabía, que nada veía, desnuda solo para él.
Era cuestión de esperar unas pocas horas, un poco de paciencia y la tendría, el mundo desaparecía cuando ella le dirigiera la primera sonrisa de intimidad y le clavara sus ojos avellana en lo más hondo del corazón. Solo necesitaba tiempo para borrar de su cuerpo aquellas ropas, cubrirla con sus manos y sentir el peso de su carne, de sus pechos, de su sexo ligero y pequeño, de su pelo sin lápiz. Unas vueltas a la aguja del reloj y podría recorrer con los labios sus lugares secretos, tenía todos los visados, todos los permisos, no había lugar prohibido para él, no había centímetro demasiado oscuro y si lo había, él lo iluminaba, las puertas se abrían a su lengua, ella elevaba sus caderas y él se hundía en su calor húmedo. Pronto, muy pronto la llevaría despacio, sin prisa, a aquel lugar dónde le temblaban las piernas y le sonreía el cuerpo, allí dónde el aire se convertía en vacío entre ellos, donde sus cuerpos encajaban y se apagaban las luces de la razón y el alma se concentraba debajo del ombligo.
Tenía que marcharse, ocupar los minutos en las cosas del mundo, olvidarla hasta la noche para que ésta llegara antes. Tenía que irse, subir sin ella en el ascensor, dejarla con su poto en aquella mesa, antes de que lo viera. Despegó su brazo del marco de la puerta y al girarse se topó con Manuel, jefe del departamento, que lo agarró por el brazo mientras le decía en tono bajo:
- Espera, Tomás, espera.
- Si, claro, dime.
- He tratado de ser paciente, pero ando corto de personal, creo que es hora de pasar página, ya hace más de un mes, los compañeros van asimilando la historia y yo necesito ocupar de nuevo el puesto.
- ¿Qué puesto?
- Pues cual va a ser, el de la chica que se suicidó. Estabas mirando su mesa, creí que estabas pensando lo mismo que yo.
- ¿Su mesa?
- Si, ¿no mirabas eso?, es aquella, la que está junto a la ventana, la del poto, está tal cual ella la dejó, ¿qué me dices?, ¿vas a cubrirme el puesto?
Lanzó el corazón tras los ojos hacia la mesa y la vio allí, jugando con su boli y su zapato, sonriente, feliz, etérea.
- Lo siento, no puedo ayudarte- dijo- Aún no. Dame algo más de tiempo. Todavía hay que asimilarlo. Que nadie toque esa mesa y asegúrate de que rieguen el poto.
Retiró su brazo para soltarlo de la mano de Manuel, quizás con más violencia de la que hubiera querido imprimir al gesto pero no controlaba, no del todo. Enfiló el pasillo en dirección al elevador. Una lágrima se le escapó del alma. Un poco de paciencia, algo más de tiempo. Un día más. Un día menos.
6 comentarios:
Fabuloso!!!!!! Increiblemente bien narrado, te tiene amarrado hasta el sorpresivo final...
Me encantó...
Beso
Vaya!, menudo relato!, y el final... sorprendente... y sobre todo, triste... felicito a la autora, a la cual la invito a que se una al club de las escritoras, y así pase a ser compañera tuya también, jejeje
Por cierto Irene querida, tengo un reto que ofrecerte... ¿te animas a participar?. Es muy sencillo, trata de ponerle fin a un relato erótico escrito entre 4 personas y falta la que le ponga el final, la quinta... ¿quieres ser tú?. Te dejo el enlace de donde hablo de ese reto, y ya me dices si puedo contar contigo o no... ojalá sea así!:
http://cautivadaporunvampiro.blogspot.com/2011/08/vamos-jugar-un-juego.html
Saludos guapa y que tengas un buen día!, muak!
me gusta la escena del ascensor... tiene temperatura de deseo frenético y sicaliptico
saludos blogueros, Irene, comendadora nuestra
El relato me ha gustado, sin duda. Ese final entre fantasmas y sollozos. Cómo te gusta dar la vuelta de tuerca, y otra. Y mira que me sigues sorprendiendo y no la espero.
Y luego están esas perlas: "hay voces que anuncian belleza". Con una frase como esa se podría defender toda una ciudad. Y justificarla.
No olvidaré regar las plantas. ¡Prometo no tocar nada de la mesa!
El fantasma del café.
Siempre estupenda amiga.
Saludos y un abrazo.
Excelente micro... me atrapo llevándome a el pasado, el deseo y placer en el trabajo suele enloquecer por la intensidad que implica, sobre todo si es guardado para dos... Exquisito e inesperado final... Me quito el sombrero chicas y vuelvo con lo mismo... EXCELENTE!!!
Saludos...
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