"Genesis" Parte 7 (Todo se desmorona (I) )
NOTA:Aqui la continuación de esta maravillosa historia, su autor (Sergio) ha sido muy amable al dejarme publicarla, gracias y que todos la difruteis.
Los primeros capitulos los encontrareis en la columna de la derecha
Genesis (Parte 7)
Todo se desmorona (I)
La habitación de Ivan era un completo caos. El mobiliario se encontraba totalmente desbaratado. Las suntuosas cortinas estaban desgarradas y la sangre lo cubría todo.
En la cama se encontraba el cadáver semidesnudo de una atractiva joven, en una postura extraña y con la ropa ensangrentada hecha jirones. La sangre, aun caliente, de la chica, empapaba las sabanas y caía al suelo de madera filtrándose entre sus grietas.
Junto a la cama, y aún amarrada a las columnas del cabecero se encontraba otra chica, más joven aún que la anterior, con el mismo cabello largo y rubio.
Su cuerpo entero temblaba violentamente presa del pánico y en su cara surcada de lágrimas aparecía una mueca de terror. Miraba a Ivan y a Liseta alternativamente sin poder apartar los ojos de ellos mientras sollozaba y murmuraba una y otra vez el nombre de su hermana mayor Maika.
Liseta miraba con despreocupación el sangriento escenario mientras se limpiaba con un pañuelo la sangre que escurría por la comisura de sus labios.
Ivan intentó sentirse culpable por lo que habían hecho mientras miraba los ojos sin vida de la chica postrada en la cama, pero no lo consiguió.
En el fondo de su mente algo le decía que aquello no estaba bien.
No siempre había sido así. Al principio oía aquella voz en su cabeza con más claridad. Pero cada vez le costaba mas trabajo distinguir lo que estaba bien de lo que no.
A veces le daba miedo reconocer en lo que se había convertido, era un monstruo, y lo sabía, no podía resistirse al tentador aroma de la vitae humana.
Pero cada vez que Liseta le conminaba a cometer una atrocidad, a cual mas perversa, se hundía mas y mas en su propia insensibilidad.
Su aspecto era horrible, el pelo desgreñado y sucio enmarcaba un semblante pálido y demacrado y unos ojos sombríos que brillaban con una luz interior cercana a la locura. Su ropa aparecía manchada y descuidada, llena de coágulos de sangre, algunos no tan recientes, parecía evidente que llevaba varios días sin cambiar de atuendo.
Instintivamente Ivan intentó mirarse en el espejo de la habitación sin éxito.
Era muy difícil mantener un aspecto presentable - pensó - cuando al mirar tu propio reflejo, solamente podías ver lo que tenias a tu espalda.
Liseta se dio cuenta de su turbación y prorrumpió divertida en una carcajada exenta de humor.
Disgustado, Iván se abalanzó sobre el espejo, y agarrando el pesado marco de madera labrada, lo alzó como si nada y lo arrojó al otro extremo de la habitación con furia haciéndolo añicos.
Unos golpes en la puerta sacaron Iván de su estado de furia pasajera y le devolvieron a la realidad.
-Señor ¿se encuentra bien? – La voz de Jano le llegó claramente a través de la gruesa madera de la puerta de sus aposentos.
- Si Jano, te dije que no se nos molestase esta noche- Dijo Iván con un deje de furia en la voz aún excitado.
- Perdonadme mi señor, pero algo terrible ocurre. Los campesinos del valle han acudido a las puertas del castillo. Son docenas, están furiosos y están atacando a la guardia de la puerta-
Iván descorrió las pesadas cortinas de la ventana de su dormitorio y se asomó a la fría noche. Desde la altura del torreón pudo observar aterrado como una marabunta de gente enfervorizada armada con antorchas, hoces y rastrillos cruzaba el patio de armas del castillo. Las puertas del patio estaban arrancadas de sus goznes, y los pocos guardias con los que contaba para proteger la fortaleza estaban tendidos en el suelo, heridos o muertos.
Ivan se volvió para preguntar a Liseta lo que debían hacer, pero en la habitación solo se encontraban las chicas y él mismo. Su sire había desaparecido como si nunca hubiese estado allí.
Ahora podía oír claramente las voces y el ruido de los aldeanos pidiendo a gritos la cabeza del monstruo que les había estado aterrorizando durante los últimos meses.
Como una exhalación abrió la puerta y se precipitó en el pasillo de piedra que daba acceso a sus aposentos.
Jano le miraba con desesperación esperando que su amo le dijese lo que había que hacer.
- Rápido, ve a los establos y ensilla mi yegua. Espérame en la poterna de atrás, junto al foso. Me reuniré contigo en cuanto recoja mis cosas- le dijo a Jano mientras su mente intentaba desesperadamente encontrar una solución. En ese momento deseó poder fundirse con las sombras como hacía su sire, pero aún no había logrado controlar el poder de las sombras hasta ese punto. - Y quizá no lo consiga nunca – pensó preocupado.
Jano salió corriendo por el pasillo como alma que lleva el diablo y se perdió de vista detrás de un recodo.
Iván volvió a su habitación abrió un arcón de madera que se encontraba junto a su lecho y se puso a rebuscar en él. En un rincón, envuelta en un paño estaba Niebla, la espada que le había regalado su padre en su decimosexto cumpleaños. La cogió entre sus manos, la desenvolvió despacio y durante un momento se quedó mirando el acero, la funda de cuero negro y la empuñadura en forma de halcón que su padre había hecho fabricar para él y el remordimiento y la pena le golpearon durante un instante.
Por el pasillo escuchó ruidos de voces airadas y de pisadas, los aldeanos habían conseguido entrar al salón principal, solo era cuestión de tiempo que encontrasen las escaleras que subían al torreón. Esperaba que Jano hubiese tenido tiempo de llegar a las caballerizas antes de que entrase la turba al edificio principal.
Apresuradamente se puso su cota de malla y cogió una bolsa repleta de monedas y un puñal con la hoja de plata del fondo del arcón, se los colgó del cinto junto con Niebla y salió por la puerta hacia las escaleras de caracol que bajaban al piso inferior.
No había conseguido bajar dos peldaños cuando el humo y la luz de las antorchas aparecieron más abajo seguidos de varios aldeanos enfurecidos.
Afortunadamente la turba se había dividido en grupos para buscarle por el castillo, y la escalera era lo suficientemente angosta para permitir solamente el paso de dos personas a la vez.
El primer aldeano que apareció era un hombre corpulento, rubio con unas incipientes canas en las sienes. Iba vestido con un mandil de herrero, y sus brazos musculosos aparecían manchados de sudor y hollín. Portaba una antorcha en una mano y una espada bastarda desgastada en la otra. Detrás de él subían varios aldeanos más con aspecto de granjeros, todos armados con hachas o herramientas de su oficio.
- ¡Está aquí! ¡el monstruo está aquí!- gritaron algunos hacia abajo al verlo.
-¿Dónde están mis hijas maldito engendro?- le espetó con furia el herrero mientras se abalanzaba hacia Ivan y le descargaba un mandoble con la espada a la altura de las rodillas.
1 comentario:
Gracias, cariño por todo....todo...perdona, yo todavía no soy capaz de leer 10 líneas enterándome, el brazo me duele....Lo mío que transcribo es casi como el que hace recuperación y con miedo de hacerlo mal.,,,¡Cuánto os quiero por animarme...! Además yo soy ya UN NIÑO granduñón sólo medio acierto a recordr lo vivido y transcribirlo....Perdóname, te quiero, besos...
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