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miércoles, 23 de febrero de 2011

Concurso "El bien y el mal" Rojo color carne (Por Jordi M. Novas)

Continuamos con el siguiente concursante y recordar que las opiniones y comentarios a cerca de los relatos participantes sean constructivos, de buen gusto y con respeto.

En la cabecera del blog encontraréis el resto de relatos ya publicados, por si os habéis perdido alguno.

Ahora a leer y disfrutar

Muchos besos




Rojo color carne (Jordi M. Novas)




De entrada la imagen es borrosa; o más que borrosa, indefinida. Al conseguir enfocar, veo que hay una mujer sentada en una mecedora. Es esa chica de “Anatomía de Grey”. La chica rubia que llora tan bien, que ríe tan bien. Que folla tan bien en las fantasías masturbatorias. O que casa tan bien dentro de una iglesia o un juzgado diciéndote Sí. Ese bombón catódico... Al final incluso doy con su nombre: Katherine Heigl.
La mecedora apenas se mueve. Ella lleva puesta la ropa que llevaba mi abuela el día que murió de un infarto delante de toda la familia. Tiene entre sus brazos un bebé arropado con una manta rosa. Le da la teta. Pero desde donde estoy no puedo ver al niño.
Cuando me acerco, ella misma se ofrece a enseñármelo. Sin decir nada, aparta la mantita y se guarda la teta izquierda en la blusa de mi abuela.
Y el bebé es rojo. Pero no ese rojo de cuando alguien embadurna a su hijo de pinturas en carnaval. El bebé no está disfrazado de diablo. Tiene los ojos amarillos. Al abrir la boca para llorar, todo son encías y babas y leche materna. Y tiene colmillos.

Alguien dice por internet que su actriz porno favorita ha muerto suicidada al ingerir una sobredosis de Tylenol. 28 años.
Me salta esa noticia por todas partes nada más encender el ordenador a las ocho de la mañana. Anastasia Blue es rubia, y en sus instantáneas de viva tiene los ojos claros, bastante separados; tiene unos labios finos interesantes, y todo lo demás es photoshop por doquier. En todas la fotos alguien intenta que la chica parezca una muñeca hiperrealista. Su rostro peculiar la salva un poco de los fotógrafos, la iluminación y el habitual maquillaje porno tu-cara-no-importa.
Me duele el estómago. Ahora cada mañana me despierto tenso después de tener mis habituales pesadillas... mis típicas pesadillas con celebridades. Y nunca son sueños eróticos. Todos son absurdos, con un deje desagradable. Y aunque no me preocupen y siempre haya pensado que Freud era sobre todo un farsante, no por ello me hace puta gracia no poder dormir sin más. Tengo una memoria privilegiada, y no es como para reírse.

Las chicas de los sueños siempre son actrices, siempre de las de tirar cohetes físicamente hablando; monumentos a la masturbación; estandartes de lo inalcanzable con barrera idiomática, y a menudo domicilio palaciego al otro lado del charco.
En mi piso hay espacio apenas para cuatro útiles mobiliarios, un lavabo y un dormitorio sin ventanas. Pero en mi cabeza la extensión de fantasía y gilipolleces inútiles no parece tener fin. Mi subconsciente debe estar a reventar de ideas sin sentido. Mi lavabo no hace más que tragar semen desperdiciado. Aquí un psicólogo con toda la información quizá pondría enseguida una excusa para largarse. Un cura al uso, conociéndome, podría quizá -y digo quizá- llamar a refuerzos para atarme a la cama. Y mi última novia hace mucho que me dejó. Tres años de relación. No supo poner una buena excusa, aunque la tuviera; pero creo que simplemente prefería a alguien con quien poder discutir sobre el color de las cortinas, cosas así; y yo no daba el perfil. Ni siquiera tengo cortinas; sólo hay una ventana, en el comedor; y aquí dentro no hay nada interesante que ver para los ignorantes individuales.

Lo que dificulta mi integración en la sociedad de la ignorancia individual, son los secretos. Mi secreto: una fuente de excusas imbéciles que hacen que a la larga nadie se de fíe de mí. Tengo un trabajo aburrido de funcionario alienado que, aunque es un trabajo de verdad, funciona más como tapadera.
Salgo cada día de la oficina poco después del mediodía. Y entonces comienza la jornada de verdad. Por suerte ahora estoy solo y ya no tengo que inventar excusas sobre por qué he llegado tarde a casa; o por qué tengo esas manchas extrañas en la camisa como de baba.

Una vez de pequeño estábamos mi familia y yo viendo la tele una noche, una película. Yo debía tener seis años. Y de golpe una de las sillas de la sala de estar se arrastró por toda la estancia. Sola. O eso creían mis padres, que no volvieron a presenciar algo así nunca, y acabaron olvidándose del asunto.
Fue la primera vez que vi a un supraterrenal. Pero mi abuela, en aquel entonces ya con nosotros, estaba harta de ver a esos bichos. La cuestión era que, no hay muchas personas Lúcidas, pero en mi familia había dos. Mi abuela me acostó ese día y me preguntó que si yo había visto algo, y que si era así tenía que presentarme a unos señores; entre todos, me dijo, me ayudarían a sobrellevar mi don.
La única ventaja de poder ver a los demonios supraterrenales, es que ellos no pueden poseerte. Lo cual te convierte en una amenaza para ellos. Lo cual, cuando creces, puede acabar convirtiéndote en lo que ahora soy yo.

Existen videos muy útiles, puedes ver muchos en Youtube; hay personas que dejan su cámara puesta mientras se van a trabajar porque han oído ruidos en casa por las noches, quizá hasta han visto cosas moverse, adornos caerse al suelo, portazos, etcétera. Y lo que casi nadie está dispuesto a creer, es que gran parte de esos videos con objetos moviéndose, lamparas balanceándose y televisores y radios que se ponen y se quitan solos, son auténticos.
Hay tipificadas dos clases de personas: los Lúcidos y los Ignorantes Individuales. Los Lúcidos son los que pueden ver. Y los Ignorantes Individuales son el resto; ellos son las personas que no están dispuestas a creer en absolutamente nada que no sea ellos mismos. Objetos que se mueven solos, luces en el cielo, fantasmas, demonios, exorcismos... todas esas son cosas que ellos siempre querrán justificar de uno u otro modo, sean reales o no, y hayan visto lo que hayan visto. No hay lugar para la duda en ellos. La negación es la mejor aliada de quien sólo mira por sí mismo. Son personas que, al tiempo que son capaces de perfeccionar un egoísmo y mezquindad brutales, siempre están justificándose. Los ignorantes individuales son herméticos a todos los niveles, y el suelo que pisan es lo único importante para ellos, lo único real.

Capítulo aparte merece la Iglesia, en cuyo círculo social también hay dos grupos: los curas al uso y los deuterocanónicos. Estos últimos adoptaron el nombre de los libros que no forman parte de la Biblia hebrea, pero que fueron incorporados en el canon católico. Entre dichos libros hay algunos dedicados a los demonios supraterrenales, y de una forma clara aunque concisa, dan por supuesta la existencia de un Diablo que los gobierna. Están por tanto los curas al uso, que dicen creer en Dios y prefieren no pronunciarse sobre nada más. Y los deuterocanónicos, que son los que me aconsejaron de niño y me reclutaron de mayor. Es decir, los curas Lúcidos.

De joven leía los cómics de Constantine, John Constantine, una especie de cazademonios con gabardina, fumador empedernido; un antihéroe de cine negro metido en un contexto bíblico moderno.
Durante unos años quise convertirme en alguien así, alguien a quien la gente llamaría para que les resolviera sus inexplicables problemas. Yo sería uno de los héroes que mandaría a los demonios de vuelta al infierno, de forma rutinaria, con todo el atractivo que eso debería darme.
Pero la realidad era bastante distinta. La primera vez que tuve que exorcizar un edificio, era una Iglesia. Yo esperaba ir a casas normales, encontrarme con padres asustados y sus atractivas hijas. Pero raramente es así.
No hay aún teorías sólidas sobre el origen de los demonios que campan entre nosotros. Pero la explicación más lógica hasta la fecha es la de los Repudiados. Los repudiados serían las personas a las que se les negó la entrada al cielo, y ahora prefieren vagar que ir al infierno. Según las escrituras de la Biblia satánica, los hijos del Diablo no tienen ningún deber o motivo para arrepentirse, y si quieren pueden manifestarse entre los vivos.
Así que mi primer día como Cazador fui a aquella Iglesia y vi a aquellas dos criaturas moviéndose por el techo como cucarachas. Todos tienen un aspecto similar, como los seres humanos que fueron pero menguados de altura, extremadamente delgados, con la piel roja y los ojos amarillos; y con la habilidad de subirse por las paredes y recorrer techos sin problemas. Sin olvidar que no son mortales; sólo son mercancía. Almas descarriadas que hay que escupir hacia el infierno.
Aquel día entré con mi hábito blanco y una cruz de madera colgada al pecho. Limpiar edificios no es una tarea especialmente difícil. Las dificultades llegan cuando uno de esos cabrones ocupa un cuerpo vivo. No sabemos cómo se manifiestan para poder volcar objetos o en definitiva intervenir en un mundo que ya no les pertenece. Pero lo hacen.
Leí en voz alta en mi penoso latín. Leí textos sin parar de libros deuterocanónicos. Sólo era una cuestión de tiempo. Supe días antes que aquellos demonios fácilmente podían haber sido dos curas de aquella misma iglesia. Dos casos sonados de pederastia que trascendieron a los periódicos, e hicieron que aquella primera experiencia mía con el exorcismo fuera de lo más extraña. A mí no me habían dado la posibilidad de ser ateo, y aquel día, a mis veinte años, comencé a pensar con detenimiento en las charlas y contactos que había tenido con los sacerdotes de niño.
Al cabo de dos horas de rezos, la Iglesia volvió a la paz. Dormí una noche en ella, para asegurarme de no volver a ver demonio alguno.

Volviendo al hoy, al presente, después de toparme con la noticia de la actriz porno, tengo que enfrentarme con mis ocho horas de funcionario. El ambiente en el trabajo consiste en aguantar a un montón de ignorantes individuales de los que presumen de trabajo fijo y lloran en secreto. Gente que a menudo acaba haciendo cosas por las que en un futuro podría acabar enfrentándome a ellos en una tarde de caza.
Me ronda por la cabeza el tema de la tal Anastasia Blue. En el mundo del porno -y en el del cine en general- suelen producirse muchos casos de conversión a lo supraterrenal. Obviamente todas las actrices porno van al infierno, y más si se han suicidado (consultar la Biblia). Y aunque yo no siempre esté de acuerdo con la política postmortem del sistema religioso, siempre acabo pringando con sus consecuencias. No somos muchos cazadores en el mundo. No sería la primera vez que tengo que coger un avión para acabar poniendo excusas al día siguiente por no poder ir al trabajo. Por suerte, si se desatara lo que los curas deuterocanónicos llaman Inmigración Supraterrenal, podría pedir una excedencia. Ese tipo de Inmigración conlleva la posibilidad de que el infierno se mude por completo a la tierra de los vivos, en pos del liderazgo del Diablo. Con lo cual de un día para otro, como quien dice, dejaría de existir el ateísmo.

En el trabajo hoy no hay trabajo. Es uno de esos días de disimular delante del ordenador. A menudo trasteo en páginas porno; los videos que hay en ellas a veces son muy reveladores. Si tienes la capacidad de ver, puedes toparte con supraterrenales en algunos de esos videos, en películas y hasta en anuncios. Si la cámara hace un contrapicado no es extraño ver uno de ellos encaramado en el techo. Dado que tampoco es algo habitual, si hace poco que el video se grabó y el caso es dentro del país, es muy fácil que me llamen a mí para resolver la papeleta. Así que mientras la gente normal se masturba con Internet, yo no hago más que escudriñar las grabaciones y buscar después la fecha de la publicación del video de marras. En cualquier entorno relacionado con gente que se drogue o se suicide o similares (es decir, en casi cualquier sitio), existe la posibilidad de una presencia extraña. No digamos ya las casas en las que ha habido asesinatos o historias turbias. Cuando tu perro se ponga a ladrar como loco mientras mira ese rincón vacío de tu casa, comienza a rezar. Y en serio, no es una forma de hablar.
Los animales ven, todos. Son de gran ayuda. En todas mis misiones me acompaña Caín, que antes era perro policía, y ahora me ayuda en mi tarea. Él no sólo puede ver a esos cabrones; también los huele, y enseguida tira de la correa hasta llevarte a la habitación correcta.

Mientras transcurre el día se va disipando poco a poco mi dolor de estómago. Lo físico deja paso a lo psicológico. Moriré solo, seguro; nunca puedo apartar ese pensamiento de mi cabeza. He recibido varios mensajes al móvil, el mismo repetido varias veces. Hay una iglesia cercana: un supraterrenal de nivel 3. Los clasificamos del uno al cinco según el tamaño. Preguntamos si se desprende baba de ellos; sólo pasa con los demonios bebé. (sólo van al infierno los niños violados por adultos). Deducimos sus formas según los destrozos que la gente nos describe por teléfono, o según el nivel de deterioro de la persona poseída. Los mensajes me llegan directamente desde Roma. Cada vez que sucede me siento especial, y cada vez me da un vuelco el corazón. No puedo dejar de pensar en Katherine Heigl, en Freud. La Iglesia está a unos doscientos kilómetros. Supondrá toda la tarde ocupada, llegar tarde a casa y volver a tener pesadillas.
La única chica de la que estuve enamorado se cortó las venas cuando tenía diecisiete años porque comenzó a gobernarla un nivel cinco. Deduce el resto. Mi vida no ha sido más que imitaciones, piel muerta de la vida que podría haberme hecho feliz. No me gustan las segundas oportunidades si las primeras parecían las buenas.

Al salir de la oficina me meto en el coche y me dirijo directamente hacia la iglesia de turno. He preferido no investigar casos de pederastia por la zona. Me vienen a la mente ciertas conversaciones del pasado con psiquiatras infantiles. Parece ser que trabajo para dos sistemas llenos de mierda hasta arriba. No sé qué se debe sentir al ser poseído, pero no creo que sea muy distinto a esto. No hago más que contactar con fuerzas del mal, y Dios aún no me ha dado ninguna prueba sólida de su existencia. Me siento como si estuviera siempre comiendo bichos en una isla desierta por si algún barco viene a por mí. La mala noticia es que ya varios han pasado cerca. Me han visto. Y ninguno se ha dignado a rescatarme.

6 comentarios:

J.P. Alexander dijo...

Me parecio muy interesante,

Juanjo dijo...

Una historia bien narrada, si que es cierto que como das referencia me recuerda a Constantine, el tema del sueño del principio muy interesante.

Un saludo

Juanjo

laqua dijo...

Jordi, me FASCINÓ tu relato. De verdad. No pude despegar la vista de cada letra, de cada frase.
Y en especial, de esta:
"No me gustan las segundas oportunidades si las primeras parecían las buenas."
Me dejó con una extraña sensación. Muy, muy bueno.

Anónimo dijo...

En este relato, titulado “ROJO COLOR CARNE”, su autor JORDI M. NAVAS nos presenta la vida de un anodino funcionario que, sin embargo, en sus horas libres de trabajo, dotado de un gran don psíquico, desarrolla una labor que para el resto de nosotros pasa, igualmente desapercibida, se dedica a cazar y eliminar supraterrenales (entes malignos entre nosotros).
Más interesante que la vida insulsa y gris del personaje es la filosofía y la comprensión de la lucha entre el bien y el mal que se desarrolla ante sus ojos, aunque contiene algunas ideas que, en el plano religioso y filosófico no compartiría del todo.
Un relato que no dejará indiferente a nadie.

La reseña de este relato con foto y demás relatos en:


http://homografiagay.blogspot.com/p/comic.html

Thiago dijo...

jaj Como siempre Jordi me deja alucinando. Él si que es un maestro, tiene una escritura moderna, fácil, clara, sin pretensiones, pero con un profundidad de pensamiento que me hace sentir un enano a su lado.

Sin duda otro relato genial de los suyos.


Bezos.

Lu Morales dijo...

Un relato muy interiorista, y revelador. Llama mucho la atención esa superioridad que se dan todos aquellos que se saben en posesión de la verdad, mientras el resto disfruta de su ignorancia. Y aquí ha sido llevado por un camino muy significativo. Y esa eterna lucha, encabezada por la Iglesia.
Muy buen relato!