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miércoles, 16 de febrero de 2011

Concurso "El bien y el mal" Miedo a perderte (Por Eve Brown)

Continuamos con el siguiente concursante y recordar que las opiniones y comentarios a cerca de los relatos participantes sean constructivos, de buen gusto y con respeto.

En la cabecera del blog encontraréis el resto de relatos ya publicados, por si os habéis perdido alguno.

Ahora a leer y disfrutar

Muchos besos



Miedo a Perderte (Eve Brown)



Amor. Miedo. Dolor. Yo los he sentido. Cada uno de una manera diferente. Cada uno consumiéndome enteramente. No puedo negar que en un momento de la vida pensé que no sentiría nada. No sentiría miedo, dolor, pero sobre todo, no seria capaz de sentir aquel sentimiento tan hermoso y a la vez tan inmensamente doloroso que estoy sintiendo ahora.

Tengo miedo de morir y no poder decirle cuanto lo amo, y el dolor que atraviesa mi pecho, el que estoy sintiendo en este no muy agradable momento, me ha demostrado que no puedo resignarme a no sentir nada. Que todo lo que me prometí no sentir en esta cruel y al mismo tiempo maravillosa vida, lo estoy sintiendo. Uno por uno. Lenta y fríamente, estoy sintiendo como el miedo se apodera de mi, y el dolor me consume por dentro. Pero el amor, el que tanto me negué a sentir, esta haciendo que siga luchando por mi vida. Porque amarlo me ha hecho sentirme mas fuerte, y al mismo tiempo me ha enseñado una parte de la vida que no conocía. Esa parte que he conocido en estos últimos meses, y la que en un momento hubiera sido mejor no conocer.

Respire agitadamente, sabiendo que por más que intentara salir de aquel oscuro y húmedo cuarto en el que me tenían encerrada, no iba a poder. ¿Si tan solo le hubiera creído? ¿Si hubiera creído en su palabra? Pero lo que mas me pregunto es ¿Si tan solo le hubiera dicho lo importante que era para mí? Tal vez hubiera podido morir con la conciencia tranquila. Me hubiera ido de este mundo sabiendo que el había escuchado mis palabras, las que ya en aquel momento no valían nada.

- ¡Ayúdenme! - grite, fuertemente, con la esperanza de que alguien pudiera escuchar mis gritos. Pero absolutamente nadie, y yo lo sabía, podría escucharme.

Sollocé, resistiéndome, sin muchos logros, a dejar que resbalaran aquellas gotas de dolor por mis mejillas. Quería llorar por todo lo que desaproveche en la vida, por los días en los que pude ver a mi familia con vida y nunca les dije cuanto los quería, por los momentos en los que me olvidaba de lo importante e ignoraba la realidad de la vida, y por no poder estar al lado de el, abrazada a aquel cuerpo por horas y horas, sollozando en sus brazos mientras el me consolaba sin pedir nada a cambio. Solloce solo porque lo amaba tanto y sabia en lo mas profundo de mi alma que no iba a volver a escuchar su hermosa voz; solloce por como me había enamorado con las hermosas melodías que había tocado en el piano solo para mi; solloce por como sin pensarlo, el me regalaba el mundo con su sonrisa, aquella que recordaba con anhelo; y, mas que nada, solloce por como no había creído en su fiel palabra.

El sonido de la chirriante puerta que se abría, hizo que dejara de llorar. Uno de los trabajadores de Hawlett – el hombre que había hecho de mi vida y de mi pueblo una desgracia, en quien había confiado, y quien les había quitado la vida a mis padres –, entro. Ya lo conocía. Había ido varias veces a llevarme la mierda de, lo que para el idiota de Hawlett, era comida. Lo fulmine con la mirada, la que el me devolvió con ignorancia.

- ¿Qué quieres? ¿No ves que te esta usando? – dije, mirándolo a la cara.

- Nuestro nuevo rey ha ordenado que la lleve al calabozo – contesto el, inmutándose a hacerme caso. Cuando dijo aquello, sentí como, más que en cualquier otro momento, la ira se apoderaba de mí. ¡Su nuevo rey! ¡Se había referido a Hawlett como su nuevo rey! Unas cuantas lágrimas se deslizaron lentamente por mis mejillas, sin poder contenerlas.

- ¡Suéltame! ¡No iré al maldito calabozo! – dije, intentando zafarme de la cadena con la que me tenían sujeta. Quería poder utilizar mis poderes, hacer algo para poder salir de ese espantoso lugar, pero más que nada, quería acabar con Hawlett. Quería verlo en la situación en la que yo me encontraba, sujeto a una cadena inmune a sus poderes, y sin poder, gracias a un hechizo que había utilizado en mí y el cual solo con un rito al demonio podía hacer, utilizar sus poderes en ningún momento.

- Escúchame. Te esta utilizando. Solo eres otro tonto del que se esta aprovechando.

- ¿Quiere hacer silencio? – dijo el, mas como una pregunta que como una orden. Y como era una pregunta, yo no iba a hacer el más mínimo silencio.

- Cuando menos te lo esperes mandara a que acaben contigo. Tu serás uno de los que nos encierran, pero te veras muy pronto de la misma manera como en la que nos encontramos todos los ciudadanos del pueblo. Te veras a ti mismo encerrado, intentando forcejear para que te liberen y sin poder encontrar la mas mínima salida. – dije, queriendo convencerlo.

- Señorita, le ordeno que haga silencio. A menos que quiera que le avise al rey sobre sus intentos de persuasión. – comento el, tomándome por el brazo, y quitándome la cadena. Pero aun si la cadena, no podía atacarlo.

- Solo hazme caso. Te ha estado utilizando todo este tiempo. Cuando cometas un leve error, mandara a que te maten. Por no hacerle caso a la persona que amo, ahora estoy aquí. Por no creer en sus palabras, estoy apunto de morir.- comente, mirándolo fijamente a los ojos, y sabiendo que no iba a contener las lagrimas por mucho tiempo.

- ¿Como se que no solo quiere convencerme para que la deje ir? – pregunto, y pude observar que estaba a pocos pasos de ceder.

- Porque una princesa elemental nunca miente. Si piensas que te estoy mintiendo, lo sabrás en lo más profundo de tu alma y algo te impedirá que me sueltes. Si es lo contrario, créeme que por mas que te convenza, tu no me dejaras ir. – dije, realmente orgullosa de mi forma de hablar.
Era una princesa elemental. Tenia que luchar por mi pueblo, aunque eso implicase perder mi propia vida. Y yo estaba dispuesta a hacerlo. Aunque no pudiera utilizar mis poderes, podía utilizar otras armas para acabar de una vez por todas con Hawlett.

El hombre, sin decirme nada, me soltó. Yo lo mire sorprendida al saber que el había creído en mis palabras.

- ¿Estas seguro? – pregunte, para confirmar lo que desde un principio sabia.

- Si, princesa. – contesto el, haciéndome una rápida reverencia. Yo le sonreí y luego me eche a correr por el largo pasillo que conformaba el castillo. Antes que nada tenia que acabar con Hawlett y luego liberar a los demás ciudadanos. E intentar recuperar mis poderes de una manera u otra.

Nunca me había sentido mas perdida como en ese momento. En el castillo, mi hogar durante mis dieciocho años de existencia, en el que había compartido tantos hermosos y tristes recuerdos, y el cual solo hacia que recordara a mis padres, no sabia a donde ir. Simplemente me limite a correr todo lo que me permitían mis pies.

Sabia donde estaría Hawlett, donde tendría a Medan – mi gran amor –, pero tenia miedo de ir hacia allí y darme cuenta de que mi Medan estaba muerto o algo por el estilo. Respire hondo, y seguí corriendo, alejando todo mal pensamiento de mi mente y solo concentrándome en buscar el gran despacho de mi padre, al que tanto había acudido cuando era una niña para que el me leyera un libro antes de ir a dormir.

En la enorme puerta del despacho, el miedo que unos segundos atrás sentía, se convirtió fácilmente en horror, pero me obligue a ser valiente por una vez en mi vida. Me obligue a ser valiente por los ciudadanos de Scatar, por mis padres, por Medan, me obligué a ser valiente por mi misma.
Entre, sin mostrar un poco de miedo, y pude observar que la habitación estaba en un completo desorden. Casi todas las pertenencias de mi padre estaban esparcidas por el piso, otras estaban rotas y otras simplemente ya no existían.

- ¿Qué has hecho? ¿No te conformas con haber cumplido tu objetivo? ¿Destruir casi todo el pueblo, no fue suficiente para ti? – dije, firme y segura de mi misma. Como debía estar, como me enseñaron a enfrentar los malos momentos.

- ¡Oh, Leah! No te esperaba por aquí – dijo aquel canalla y sinvergüenza, sin mostrar ni un ápice de sorpresa.

- ¿Leah? – oí que decía Medan, sin poder identificar de donde venia el cortante susurro.

- ¿Medan? ¿Dónde estas? – le pregunte, contenta al escuchar su voz. Había sido lindo por un momento saber que aun estaba vivo, que no se me había ido, pero cuando pude ver donde se encontraba, sentí que un escalofrió me recorría la espalda, y como el corazón se me aceleraba. El ya no era el mismo Medan que había conocido, ya no era el caballero que salva a su princesa del feroz dragón, el, simple y llanamente, ya no era mi Medan.

- ¿Qué le hiciste? – pregunte, casi en un susurro, dirigiendo mi mirada a la divertida cara de Hawlett.

- El mismo se hizo esto. Quería salvar a su ingenua y estupida princesa. ¿Cómo culparlo? El amor hace de muchos unos completos imbéciles. – afirmo el, aun con aquella estupida sonrisa que tenia hace unos segundos en el rostro.

- ¿Qué quieres a cambio de dejar a todos los ciudadanos libres? – pregunte, intentando no llorar al ver lo que el le había hecho a Medan.

- No quiero mas que el trono y el collar que tienes puesto en este momento. – respondió el, sonriendo maliciosamente.

- Si te lo entrego, ¿cumplirás con lo acordado? – mi mano instintivamente se poso en el collar que llevaba en el cuello desde que tenia uso de la razón.

- Claro. Soy un hombre de palabra. ¡De mucha palabra!

Mire el collar que colgaba en mi cuello, el que tenia una hermosa piedra de color azul oscuro incrustada, y luego mire al hombre que se encontraba frente a mi, y quise por un momento creer que todo esto era un mal sueño, que nada de lo que había sucedido estaba sucediendo realmente. Pero como ya sabia, era la realidad, y yo tenía que enfrentarla.

Aquel collar lo había llevado desde siempre en mi cuello, y por lo que una vez mi madre me dijo, el me protegía, y cualquier persona que lo tuviese podría poseer mas poder de lo que algún día podría imaginar.

Me desabroche lentamente el collar. Una vez en mis manos, lo observe con atención, y supe que ya no podía hacer nada, simplemente ceder. Le entregue el collar lentamente, no muy segura de lo que había acabado de hacer.

- Gracias.

- ¿Harás lo que te dije? – pregunte, aun insegura.

- Claro. Soy un hombre de palabra. Primero los torturare y luego los matare para que sean libres. ¡Libres como un águila! Volando por el cielo, o más bien dicho, quemándose en el infierno.

- ¡Dijiste que cumplirías tu palabra! –replique, llena de ira. Había creído en el y como siempre de estupida me había engañado.

- La voy a cumplir. ¡Serán libres! ¡Pobre princesita! Sin nadie que pueda salvarte. ¡Eres tan ingenua! Tendré que apuntar cuantas veces has caído en mi juego. ¡Ya ni siquiera las recuerdo! – se acerco a mi, demasiado cerca como para oler su apestoso aliento. – Y tú los acompañaras al igual que tu noviecito.

De pronto sin saber a que se debía, empezaron a aparecer llamas en su cuerpo, quemándose. Me quede viendo la escena pasmada. No podía creer lo que estaba sucediendo. ¡El se estaba quemando!

-¡Nooooooooooo! ¡Nooooooooooo! ¡Nooooooooooo! – gritaba el, quemándose completamente. Y cuando decía completamente, era completamente.

Me acerque corriendo hacia donde se encontraba Medan, débilmente me miro y sin decir nada, callo al suelo.

Parecía muerto. Como si la brujería que le había lanzado Hawlett, lo hubiera matado. Aun seguía escuchando los gritos de Hawlett, pero ahora mas débiles. Observe el cuerpo de Medan en el piso, y me arrodille a su lado. Quería que mis poderes volvieran para poder hacer algo. Me concentre en su cuerpo, y coloque mi mano sobre el lado izquierdo de su pecho, donde se encontraba su corazón. Pero aun no sucedía nada. Al otro lado de la habitación ya no se podían escuchar los gritos de Hawlett, y sabia por instinto, que el estaba muerto. Me levante y recogí mi collar, el que había caído al suelo cuando el había empezado a quemarse. Lo volví a abrochar alrededor de mi cuello, pensando que tal vez así, volverían mis poderes. Otra vez me arrodille al lado de Medan e hice el mismo proceso anterior. Pero no había ningún rastro de vida en el. Lagrimas empezaron a salir de mis ojos, porque la única persona que me quedaba en este miserable mundo, se me había ido. Se me había ido sin escuchar todo lo que le había querido decir.

- Perdóname. Perdóname, por favor. Fui una tonta por no creerte cuando me dijiste que Hawlett andaba en malos pasos. Fui una tonta por no ver lo que tenia en frente de mí, y por esa misma razón te pido que me perdones. Te amo tanto. Aunque ya no estés conmigo, te amo. – sollocé, con mi cabeza colocada en su pecho y las lagrimas derramándose por mis mejillas.

- Ya te he perdonado.

- ¿Medan? – pregunte, sorprendida al escuchar su voz, levantando la cabeza de su pecho y mirándolo a la cara.

- Yo también te amo, Leah. Te amo tanto, que hasta me duele. – dijo, limpiándome las lagrimas de los ojos con sus dedos, aquel gesto que me hizo sonreír abiertamente, porque sabia que podía derribar todos las barreras que se interpusieran entre nosotros y enfrentarme a nuevos retos cada día. Porque, sabia que el amor que nos teníamos, podía hacer mas de lo que me imaginaba, incluso revivir al amor de tu vida. Y no necesite controlar el agua para poder sanarlo, porque el amor, aquel sentimiento tan puro y fuerte, me regreso a mi Medan.

8 comentarios:

Francheska dijo...

hola!!!

queria decirte k me hicieras el enorme favor de cambiar el lado derecho de su pecho por el lado izquierdo. Fue un grave error mio y enserio, no seria lindo que pensaran k ni siquiera se de k lado keda el corazon!!

Gracias!!!

Nos vemos!!

T.K.M.♥♥♥

Adela/Mariola (SokAly) dijo...

Es como un cuento, pero por un momento temí que el final no fuese el de siempre, aunque menos mal que no fue asi.
Bonito relato y con mucho amor.

~Ade~

J.P. Alexander dijo...

Me gusto muy romantico . Me hechizaste chica, muy bello.

KaRoL ScAnDiu dijo...

Que tierno, y tan mágico:D

Quedó muy bien, y un amor así lo puede todo:D

kisses..

laqua dijo...

Lindo :)

Juanjo dijo...

Yo pensé que por una vez el final sería algo más original, lo siento pero desde los primeros parrafoas ya se sabía que ella lo salvaría de la muerte, el prota malo muy bien ejecutado, con su verborrea engañña a la joven con un juego de palabras, libertad = muerte. Buena historia, mi humilde opinión.

Un saludo

JJ

Lu Morales dijo...

Buena historia, o cuento, pues parece más eso, un cuento con su final feliz, donde el amor puede con todo. ¿Y qué sería de un cuento así si al final ella no lograra salvarlo?

Irene Comendador dijo...

Como ya te dije mi reina, maravilloso relato, eres una artista, millones de gracias por participar en mi concurso con tremendo talento, besos cariño