Y la vida fue pasando, hasta hoy
Ella era una de esas niñas
seguras de sí mismas, una de esas estudiantes que sacaba sobresalientes sin
tener que regalar todos los días una manzana a la profesora. Su ortografía no
se diferenciaba de los cuadernos Rubio y tenías problemas en los exámenes si
querías copiar de su folio pulcramente inmaculado y perfecto (toma
redundancia).
Siempre fue el ojito derecho de
su mamá y el orgullo de papá. Andaba por la vida con la cabeza alta y la
espalda, quizás, demasiado estirada como para que pareciese humana; se juntaba
con gente, amigos según ella, consorte halagadora parecía desde fuera, que no
pronunciaran palabras malsonantes y vistieran acorde con la última moda del mercado.
Pero ella no, ella siempre vestía con naturalidad, sin pecar de atrevimiento y
menos aún, sin enseñar un poro más del necesario para la época del año.
Era una de esas chicas que salían
en mitad de la ducha para hacer pis en el inodoro, o que jamás se teñiría el
pelo de rubio, ya que tenía la ciega certeza (y estoy hablando en serio) de que
ser rubia mataba neuronas.
Por supuesto y como estaba
escrito, fue a la universidad. Allí se intentó apartar del mundanal ruido para
que nada ni nadie perturbaran su concentración. Sacó una carrera, quizás dos,
ya no lo recuerdo, con notas para enmarcar en cuadro de oro.
Pasaron los años, unos cuantos. Por
el camino perdió a su madre y tuvo un par de relaciones sexuales, exactamente
dos, un par. Relaciones insatisfactorias, por supuesto, aquello de mancharse
nunca fue de su agrado. Terminó casándose con un hombre con tendencias esquizofrénicas,
cierto toque homosexual y una suma elevada en la cuenta bancaria.
Un buen día la encontré por la
calle, miraba hacia arriba como de costumbre, como si la gente con la que se
cruzaba fuese mero rebaño de ovejas ilusas; entró a un café de los de tapas
gourmet, y sentándose en la mesa más cercana a la salida, pidió un descafeinado
de máquina con brandy y canela, abrió por las páginas centrales un libro de
tapa dura y tamaño bebé recién nacido, para comenzar a leer separando mucho las
letras de sus ojos.
Me acerqué a su mesa y esperé que
levantara la mirada, tras comprobar que aquello no sucedería, carraspeé.
Aún sin mirarme, dejó caer la
frase:
— Estoy servida, puede marcharse.
Intenté no reaccionar a su
desplante y conforme lo había planeado, empecé mi discurso:
— No, no está servida, todavía le
queda por saber qué pasará en su futuro. Hay ciertas personas que no necesitan
esa clase de información, pero en su caso, será mejor que lo detalle
minuciosamente, se lo merece.
Al mirarme no me reconoció,
tampoco hizo el intento; arrugó el entrecejo y con palabras que destilaban
crueldad en cada tilde, dijo:
— Creo que se confunde de
persona, si viene para darme la charla y conseguir limosna, se equivoca de víctima,
jamás he dado dinero a ningún mendigo o vieja actriz de puerta de iglesia,
usted no será la primera, créame.
— La que le dará la propina seré
yo, no quiero nada de su cartera. Dentro de poco su marido morirá por una
enfermedad, contraída por acostarse con jovencitos que venden su cuerpo por
cuatro duros; después y aunque a usted no le agrade saberlo, su padre confesará
a un amigo cercano ser el asesino de su madre, lo esperan muchos años de cárcel,
pero no tema, algún compañero de celda se encargará de que no vuelva a respirar
aire fuera de los muros de prisión. Algunos de los chanchullos de su difunto
marido arrastrarán deudas que se irán comiendo su capital, y no intente guardar
dinero en escondites secretos, no le servirá de nada, de todas formas terminará
en la ruina. Tampoco debe preocuparse por eso, la enfermedad de su esposo, ha
decidido alojarse en su organismo, y aunque tarde un poco más en hacer acto de
presencia, logrará su cometido, terminar también con su vida. Espero que
disfrute de su café, y aunque supongo que ya lo debe saber, el protagonista de
la novela que lee morirá a manos de su amante, fin.
— ¡¿Y usted quién se ha creído
que es?!
— No necesita saberlo, pero si
hubiese puesto más atención, ahora no tendría dudas.
4 comentarios:
fff, la muerte supongo... Pero bueno, es que esta chica, tenía una vida normal, solo que mal ojo para el marido jejeje. Un besazo.
Oooooh, este cuento pide ser reseñado en mi blog!
Yo creo, que es la ella del futuro, pero luego me digo que no; que puede ser una moira harta de la vida y de la gente que no la vive. O de la que cree que está por encima de ella.
Saludos!
Es el futuro :)
Saludosssssss
creo que todos aquellos que afirman querer conocer su futuro se merecen el peor castigo de todos: conocerlo :)
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