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lunes, 29 de abril de 2013

Y la vida fue pasando, hasta hoy





Y la vida fue pasando, hasta hoy


Ella era una de esas niñas seguras de sí mismas, una de esas estudiantes que sacaba sobresalientes sin tener que regalar todos los días una manzana a la profesora. Su ortografía no se diferenciaba de los cuadernos Rubio y tenías problemas en los exámenes si querías copiar de su folio pulcramente inmaculado y perfecto (toma redundancia).
Siempre fue el ojito derecho de su mamá y el orgullo de papá. Andaba por la vida con la cabeza alta y la espalda, quizás, demasiado estirada como para que pareciese humana; se juntaba con gente, amigos según ella, consorte halagadora parecía desde fuera, que no pronunciaran palabras malsonantes y vistieran acorde con la última moda del mercado. Pero ella no, ella siempre vestía con naturalidad, sin pecar de atrevimiento y menos aún, sin enseñar un poro más del necesario para la época del  año.
Era una de esas chicas que salían en mitad de la ducha para hacer pis en el inodoro, o que jamás se teñiría el pelo de rubio, ya que tenía la ciega certeza (y estoy hablando en serio) de que ser rubia mataba neuronas.  
Por supuesto y como estaba escrito, fue a la universidad. Allí se intentó apartar del mundanal ruido para que nada ni nadie perturbaran su concentración. Sacó una carrera, quizás dos, ya no lo recuerdo, con notas para enmarcar en cuadro de oro.
Pasaron los años, unos cuantos. Por el camino perdió a su madre y tuvo un par de relaciones sexuales, exactamente dos, un par. Relaciones insatisfactorias, por supuesto, aquello de mancharse nunca fue de su agrado. Terminó casándose con un hombre con tendencias esquizofrénicas, cierto toque homosexual y una suma elevada en la cuenta bancaria.
Un buen día la encontré por la calle, miraba hacia arriba como de costumbre, como si la gente con la que se cruzaba fuese mero rebaño de ovejas ilusas; entró a un café de los de tapas gourmet, y sentándose en la mesa más cercana a la salida, pidió un descafeinado de máquina con brandy y canela, abrió por las páginas centrales un libro de tapa dura y tamaño bebé recién nacido, para comenzar a leer separando mucho las letras de sus ojos.
Me acerqué a su mesa y esperé que levantara la mirada, tras comprobar que aquello no sucedería, carraspeé.
Aún sin mirarme, dejó caer la frase:
— Estoy servida, puede marcharse.
Intenté no reaccionar a su desplante y conforme lo había planeado, empecé mi discurso:
— No, no está servida, todavía le queda por saber qué pasará en su futuro. Hay ciertas personas que no necesitan esa clase de información, pero en su caso, será mejor que lo detalle minuciosamente, se lo merece.
Al mirarme no me reconoció, tampoco hizo el intento; arrugó el entrecejo y con palabras que destilaban crueldad en cada tilde, dijo:
— Creo que se confunde de persona, si viene para darme la charla y conseguir limosna, se equivoca de víctima, jamás he dado dinero a ningún mendigo o vieja actriz de puerta de iglesia, usted no será la primera, créame.
— La que le dará la propina seré yo, no quiero nada de su cartera. Dentro de poco su marido morirá por una enfermedad, contraída por acostarse con jovencitos que venden su cuerpo por cuatro duros; después y aunque a usted no le agrade saberlo, su padre confesará a un amigo cercano ser el asesino de su madre, lo esperan muchos años de cárcel, pero no tema, algún compañero de celda se encargará de que no vuelva a respirar aire fuera de los muros de prisión. Algunos de los chanchullos de su difunto marido arrastrarán deudas que se irán comiendo su capital, y no intente guardar dinero en escondites secretos, no le servirá de nada, de todas formas terminará en la ruina. Tampoco debe preocuparse por eso, la enfermedad de su esposo, ha decidido alojarse en su organismo, y aunque tarde un poco más en hacer acto de presencia, logrará su cometido, terminar también con su vida. Espero que disfrute de su café, y aunque supongo que ya lo debe saber, el protagonista de la novela que lee morirá a manos de su amante, fin.
— ¡¿Y usted quién se ha creído que es?!
— No necesita saberlo, pero si hubiese puesto más atención, ahora no tendría dudas. 

4 comentarios:

Tamara dijo...

fff, la muerte supongo... Pero bueno, es que esta chica, tenía una vida normal, solo que mal ojo para el marido jejeje. Un besazo.

Esciam dijo...

Oooooh, este cuento pide ser reseñado en mi blog!
Yo creo, que es la ella del futuro, pero luego me digo que no; que puede ser una moira harta de la vida y de la gente que no la vive. O de la que cree que está por encima de ella.
Saludos!

EldanYdalmaden dijo...

Es el futuro :)

Saludosssssss

Beauséant dijo...

creo que todos aquellos que afirman querer conocer su futuro se merecen el peor castigo de todos: conocerlo :)