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lunes, 28 de noviembre de 2011

Caleste Capitulo I (Novela de Anaid Avlis )



Caleste (Por Anaid Avlis)



Capitulo I


-¿Ya lo jugaste?-preguntó un chico pecoso a otro

-No y ¿tú?

-Ayer ingresé-exclamó el chico pecoso sonando orgulloso de sí mismo.

Samuel no encontraba acomodo en la biblioteca, ni en ningún lugar. Necesitaba estudiar, de verdad que sí, pero por lo visto no podría ya que hasta en el lugar que él consideraba sagrado estaban hablando de eso. El juego del milenio. La sensación del momento. Caleste.

Siguió sentado en la mesa, tratando de concentrarse mientras el chico pecoso relataba una extraña historia de cómo había llegado la invitación, de cómo había comprobado lo dicho por los demás, de cómo le iban asignar un personaje y lo maravilloso que era aquel entorno.

A Samuel en lo particular no le llamaba la atención, ya que era un chico científico, se basaba en la lógica y solo tenía como concepto de aquel juego que un nerd había creado un programa vicioso y puesto en la red. Cuando intentó volver a enfocarse en el texto que tenía delante, las letras parecieron bailar delante de él. No le gustaba literatura, preferían que le colocaran horas extras de química o física antes de una sola de literatura; entendía la necesidad de saber y conocer el arte de las letras pero ¿Por qué leer toda esa mierda que no le ayudarían en un futuro? Bueno, al menos no en el de él.

Cuando por fin encontró un párrafo algo cuerdo en la épica española “Mío Cid”, arribó a la mesa de estudio la odiosa custodia de la biblioteca. Una mujer de mediana edad, alta y delgada, con unos terroríficos ojos azules y una verruga en su frente. Echó una mirada odiosa a los integrantes de la mesa y con un manoteo sacó a todos de la biblioteca.

-¡Pero…!-exclamó Samuel indignado

-Nada de peros joven-lo silenció la custodia-Hace un momento les realicé una seña de silencio, no acataron la advertencia, así que fuera, normas de mi biblioteca

-¡Pero si yo no estaba hablando!

-Otra regla: todos en la mesa deben hacer silencio sin excepción alguna-y así lo terminó de arrastras hasta la salida donde cerró la puerta de la biblioteca en su cara, tambaleándose el pequeño cartel que indicaba “Silencio”.

Suspiró frustrado. Reprobaría, estaba seguro; y si reprobaba tendría que ir a reparación y eso sin duda mancharía su historial. Se giró resignado, en dirección al campus de la institución; allí el sol le pegó directo en el rostro y lo cegó un momento, que bastó para que un grupo de chicos llegaran y le dieran la popular “Sala” (una serie de golpeteos dirigidos a una sola persona, proporcionados por un grupo de personas que se ubican a su alrededor encerrándolo). Cuando el grupo de chicos se desvaneció, solo uno se quedó al lado de Samuel, riéndose descontroladamente.

-Gracioso-dijo Samuel irónicamente

-De verdad que sí tío ¡Debiste de ver tu cara!-y rió de nuevo

-Sí, me imagino que fue fabulosa-su sarcasmo hizo que el chico dejara de reír y mirara seriamente a Samuel.

-Samuel.

-Erick-lo llamó él

-Mira, se que estás preocupado por esa estúpida prueba, pero…-dijo Erick dubitativo

-No-y Samuel negó con su cabeza- No lo haré Erick, sabes que tengo que estudiar y leer esto, no tengo tiempo para estarte observando quien sabe cuánto tiempo mientras tú estás jugando esa mierda viciosa

-No es ninguna mierda viciosa-y Erick se vio dolido-solo te pido el favor de que estés allí; además no es que me vaya a obsesionar, solo veré que es y listo.

-Pero si ya sabes lo que es-refunfuñó Samuel

-En teoría, pero no en práctica-y lo miró seriamente-Mira Samuel soy un artista, desde que escuché de las maravillas de Caleste me ha intrigado mucho y he soñado cada noche con plasmar aquel “Sobrenatural” entorno, puede que tú no entiendas lo que quiera decir pero me confortaría mucho que estuvieras allí mientras yo ingreso, observo y regreso. Eso es todo, nada más.

Samuel lo miro expectante, y luego negó con la cabeza

-Bien-dijo su amigo fríamente

-Bien-respondió Samuel sin importancia

Erick se alejó y adentró más en el campus, mientras que Samuel se refugiaba dentro del cálido techo de la institución, nuevamente sumergiéndose en el edificio para encontrar un bendito lugar tranquilo y estudiar.

No lo encontró, y pasó toda la mañana con nervios debido a eso. Probó a que su amiga Lana le explicara lo esencial y preciso de la épica, pero aunque sabía y se le había quedado los parámetros de esta, aún no captaba, y eso significaba que seguía jodido. Contuvo el aliento hasta que llegó la clase de Literatura, su profesora, una joven de no más unos veinticinco años, los separó lo suficiente y entregó la sencilla hoja en blanco donde se desarrollaría el examen. El blanco de la hoja lo consumió.

***

Despertó en la enfermería con una bolsa de hielo en su frente y una cara con arrugas en su visión. Se había desmayado ¡Qué pena! La enfermera debió de notar su mirada y expresión avergonzada ya que dijo:

-Tranquilo-y sonrió acentuando más las arrugas de las mejillas

-Eh…-empezó apenado

-Solo fue un breve desfallecimiento, nada grave-y la enfermera se giró y tomó una pequeña botella de zumo de naranja y se la entregó-Lo más seguro es que no hayas desayunado ¿o me equivoco?

Samuel recordó que no había consumido nada y solo asintió hacia la enfermera dándole la razón

-La profesora Castillo dejó dicho que la prueba para ti estaba suspendida-a Samuel se le volvieron a ir las luces pero antes de ceder la enfermera continuó diciendo- y solo tienes que entregarle un pequeño informe sobre en qué consistió la épica

Gritó de alegría en su interior. Estaba salvado.

-Gracias-dijo cuando terminó de beber el zumo y entregó el envase a la enfermera, luego se levantó y dejo la bolsa de hielo (más bien agua) a un lado y salió. No se sorprendió que ya no quedaran estudiantes en el instituto, ya que la mayoría de las clases había acabado; así que ignoró la reinante soledad y caminó hacia donde estaba aparcada su bici.

En su casa no había nadie, era viernes, por lo que tomó una ducha larga, sin preocuparse por dejar agua caliente a los demás y se internó en su cuarto dispuesto a dormir, o intentar dormir. No consagró el sueño, algo lo perturbaba y no sabía lo que era. Dio vueltas y vueltas hasta que lo recordó. Erick.

Abrió su laptop y conecto el modem, orando por encontrar a Erick en el chat ¡Diablos! Pensó cuando no lo halló ni en el chat, ni en Facebook o Twitter. Comenzó a cerrar todo rápidamente y antes de finalizar notó que en su bandeja de correos había un nuevo e-mail. No tenía dirección ese e-mail, y de una vez supo de sobre que era el e-mail. Era una invitación; Erick había esperado meses por aquel correo, investigando, usando hackers, hasta que por fin hacía una semana le había llegado; y allí estaba, aquel correo en la bandeja de Samuel, esperando ser abierto, y él no había hecho nada por conseguirlo, nada. Terminó de cerrar todo con rabia. Ahora más que nunca odiaba el juego.

Llegar a la casa de Erick le tomó quince minutos en metro, ciertamente no vivían lejos uno del otro, pero Samuel tenía prisa y no requería de los precisos treinta minutos que le llevaría el viaje en su bici. La casa de Erick era enorme, una mansión estilo gótico a sólo veinte kilómetros de lo urbano. En ese momento que detalló bien el umbral de aquella casa, se fijó porque Erick era un artista, ya que con un padre arquitecto y una madre escultora ¿qué más se podría ser?

Tocó el timbre y este resonó por toda la casa. Lo volvió a oprimir y nuevamente el tranquilizador ring sonó por todos los lados. Sacó su celular y marcó el número de Erick, la llamada se fue a buzón. Consideraba la idea de entrar por una ventana, cuando se acordó de la vieja casucha de madera que había casi llegando al fondo de la casa. Erick la llamaba “Musa” debido a que era el lugar donde él hacia arte. Samuel se dirigió hacia allí.

“Musa” le apremió la vista con sus viejas y astilladas tablas que una vez lucieron un esplendoroso color caoba. Jalo la escalerilla de entrada y subió. El interior de Musa estaba oscuro, a excepción de un monitor encendido y una silueta delante de él. Samuel se acercó con cuidado hasta que reconoció que la extraña silueta era Erick, pero a la vez no.

Su cuerpo estaba quieto, muy quieto, sino hubiera sido por el leve ascenso del pecho, Samuel hubiera pensado que su amigo estaba muerto. Trató de apartar a su amigo de la PC pero no pudo, estaba conectado de alguna forma a esta. Intentó traer su atención, pero Erick estaba ausente, total y enteramente ausente.

Esto le preocupaba y mucho a Samuel, pero solo había un modo de hacer que esa preocupación desapareciera. Tomó otro ordenador que se hallaba cerca de donde Erick estaba conectado e ingresó a su correo. Respiró y abrió el correo:

Hola Samuel, ¿Te gustaría probar algo nuevo? ¿Trasladarte a un mundo diferente? ¿A un universo fantasioso? ¿A entrar en una aventura de la cual no te arrepentirás? Entonces ingresa aquí

No dudó y dio click.

Fue rápido e instantáneo, sintió como dejaba su cuerpo y cómo su mente comenzaba a trasladarse hacia otro lugar, tomando un estado totalmente distinto. Al terminar de ubicarse solo sintió humedad, barro y unos ojos fieros junto con unas garras que lo observaban como la comida del día…

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