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lunes, 6 de junio de 2011

En tierra de confidentes Cap 8 y Epilogo

Autor imagen Marcos DK




En tierra de confidentes Cap 8



El guerrero había perdido la movilidad de su cuerpo por completo, ya ni siquiera podía volver la cabeza en dirección a la puerta, por la que estaba entrando su reina, ni emitir palabra alguna, su garganta había quedado sellada y vacía. Oía su propia voz en labios del maldito Imperiador; cómo llamaba y explicaba las blasfemias que Airuin al parecer estaba creyendo ciertas. Sentía una impotencia abismal que le hacía doler el cuerpo entero, el plan de aquellos malditos desgraciados estaba resultando, tenía que hacer algo, pero no sabía qué.

Cuando el general mencionó la profecía de las sagradas escrituras un escalofrío recorrió el cuerpo del gran guerrero, ¿acaso Airuin supo durante todos aquellos años que estaban predestinados y aún así no había dejado que su unión se consumara? El pobre Dokan no podía dar crédito a lo que sus oídos escuchaban, su reina no le había querido cerca aún sabiendo eso.

Antes de que la Sacerdotisa contestara a las palabras del general, la bruja Kiinha salió de la nada y con una daga en alto, se abalanzó hacia ella por la espalda.

_ Muere maldita del demonio, el Imperiador es mío_ gritó desgarradoramente aquella mujer, mientras los celos por su Imperiador la carcomían por dentro.

Airuin se volvió rápidamente y de un golpe seco mando volando por la sala el cuerpo de la mujer, haciendo que está chocara contra uno de los ventanales, para después de caer al suelo la llovieran los trozos de cristal encima.

_ No hagas caso de ella, mata al Imperiador, ¡¡mátalo!!_ gritó Dokan.

La Sacerdotisa volvió a apuntar su bastón hacia el maligno. Aunque el disparo fue certero, el impacto de la bruja sobre ella hizo que chocara el haz de luz contra el suelo.

Cayeron las dos al piso, mientras que Kiinha hundía la daga en el pecho de la Sacerdotisa y esta emitía un alarido de dolor.

Airuin en un acto reflejo soltó un fuerte golpe hacia Kiinha, un sonido extraño sonó con el choque, como de cristales rotos, se había desecho el colgante negro que portaba al cuello.

Una bruma espesa salió de el, dejando la estancia sumida en las tinieblas. Airuin concentro su mirada en la bruja y vio como esta acababa de morir entre sus manos. Sin casi recuperarse algo se le echó encima.

El general al ver que la farsa había terminado; que ya Airuin no vería a su amado y enemigo con papeles cambiados, en un intento desesperado por conseguir al final el trono, se abalanzó sobre ella, para poder terminar con su vida, aún estando seguro de que eso era imposible, pero debía ganar algo de tiempo.

_ Tráelo a él, antes de que recupere sus fuerzas y le obligaremos a matarla_ gritó Slander al verdadero Imperiador

El aludido rápidamente se acercó al guerrero, ya era tarde, Dokan había vuelto.

Notó su potencia reaparecer, cómo su cuerpo respondía de nuevo y al fin se sintió el gran guerrero Dokan otra vez.

Asestó un fuerte golpe al enemigo y comenzaron una pelea digna de dioses, donde los golpes retumbaban en toda la sala.

La Sacerdotisa estaba aturdida, por que por poco acaba con la vida de su confidente guerrero, puesto que ahora comprendía que el que había estado de espaldas todo el tiempo con el aspecto del Imperiador, en realidad era su querido compañero. Sacó como pudo aquel arma punzante de su pecho, pero no la dio tiempo a crear un ataque que terminara con aquella contienda de una vez por todas, cuando el general le arrebató el arma y lo volvió a hundir en su carne, dejándola sin respiración. Estaba siendo apuñalada repetidas veces.

Dokan miró por el rabillo del ojo cómo su amada era ultrajada, cómo ese ataque desmadejaba el cuerpo de su Sacerdotisa; y aunque no podía quitarse de encima las envestidas del Imperiador, sacó una fuerza animal y le asestó un fuerte golpe, le empotró contra el suelo resquebrajando este y posicionando sus manos a los laterales de aquella cabeza cornamentada y una de sus rodillas en el pecho del monstruo, ejerció con un giro rápido de manos la fuerza justa para que la testa se separara del resto del cuerpo.

El guerrero no tardó en soltar la gran cabeza del monstruo, cuando ya se había lanzado contra el general y Airuin, quitándosele de encima y arrebatándole la daga, para después de algún esfuerzo, darle muerte con ella. La sangre roja del general manaba descontrolada manchando el tórax del guerrero.

Acudió rápido hacia el cuerpo inerte de su dama, donde podía ver claramente la multitud de macabras incisiones que adornaban su hermoso pecho, con la apariencia ahora de un hueco oscuro y antinatural. Arrodillado en el suelo la abrazó fuertemente, pegándola a él mientras clamaba al cielo que no se la arrebatase, no ahora que conocía el secreto de su encuentro. “¡No ahora!” Gritaba Dokan enajenado.

Acariciaba sus dorados cabellos, mientras sentía que su pecho y corazón morían por momentos, allí entre sus manos estaba el fin de sus días, allí quedaba el gran guerrero, ¿de que serviría seguir vivo si ya no la podía tener a ella?

Y cuando sus lágrimas ya no le dejaban ver, sintió que se movía, como Airuin con una mano aún temblorosa, le tocaba la mejilla.

_ No llores mi confidente, no dejaré que te escapes de mi tan fácilmente, tendrás Sacerdotisa por mucho más tiempo, te lo prometo_

_ Para toda la eternidad_ contestó aquel hombre que volvía a respirar.

Dokan sonrío, mientras miraba como las heridas de su amada se cicatrizaban a una velocidad sorprendente. Por fin podía tenerla consigo, por fin el suplicio había terminado.

Después de unos momentos de descanso, la ayudó a levantarse y juntos abrazados caminaron hacia el exterior de la fortaleza.

Rápidamente comprobaron que sus soldados estaban en perfecto estado, a la espera de recibir órdenes de su reina. Está mandó quemar todas aquellas tierras para que no quedara nada de ellas. El fin del Imperiador y su maldad había llegado.

Una vez solos y detrás de los muros del castillo, miraban como los súbditos preparaban sus monturas, ataviando a los dragones que habían quedado vivos para poder volver a casa.


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Epilogo



_ Tú sabias sobre la profecía ¿verdad?_ preguntó el guerrero a la Sacerdotisa, mientras apartados de miradas curiosas, observaban alzarse sobre sus cabezas el fuego que consumía el castillo.

_ Si, sabía todo lo que hay que saber. Y no solo lo que has escuchado en voz de esos desalmados. Nuestra unión traería consigo terribles consecuencias amado confidente_ se sinceró Airuin con el hombre al que adoraba

_ Esas terribles consecuencias de las que hablas, son el motivo por el cual me has alejado de ti durante todos estos años, décadas ¿verdad? _

_ Así es, la tentación al tenerte cerca era demasiado irresistible, demasiado intensa. Una parte de la profecía que ellos han omitido, son las consecuencias de esa subida al poder, al trono del reino de Krond. Las sagradas escrituras mencionan claramente que después de ese hecho (nuestra unión), la tierra según la conocemos perecerá, todos los habitantes de este mundo morirán, un Apocalipsis que según y que restaurará el equilibrio del planeta. En ese caso querido mío, nosotros seriamos los únicos supervivientes, y por lo tanto los encargados de volver a poblar de vida este nuestro reino. ¿Entiendes ahora mi negación?_ la Sacerdotisa señalo tristemente con su mano el horizonte, abarcando así todo el territorio del reino de Krond; al fondo se podían apreciar las montañas de Anteón, su hogar.

_ Sí, entiendo tu sacrificio, nuestro sacrificio, el que se ha de hacer si se está también enamorado de un pueblo. Creo que Anteón, debería saber lo que haces por ellos, la expiación a la que te sometes por sus vidas, la renuncia que ambos tenemos que hacer al negarnos ser felices juntos, mi dama_

_ Ellos no entienden de sacrificios, y además ¿Qué clase de precio insignificante es en comparación el sufrimiento de una mujer como yo, si la recompensa es la vida y felicidad de un pueblo entero, del mundo en general?_

_ Esto nos deja en la misma situación ¿verdad amor?_ contestó de esta manera a la mujer frente a él, cogiendo sus manos delicadamente y acercándola a su cuerpo, mientras con el pulgar limpiaba una lagrima, que había brotado de aquellos ojos verdemiel que le volvían loco.

_ Te amo, Sacerdotisa de mi alma_

_ Te amo, guerrero conquistador de mi corazón_

No hizo falta decir nada más, los dos sabían donde terminarían ese día, que clase de vida les esperaba después de dicha declaración de amor.

Y sentenciaron el pacto con un beso en los labios, corto, casto, para inmediatamente después, partir cada uno por su lado.

Antes de que el guerrero montara sobre el dragón que le habían preparado, oyó a sus espaldas como su dama le llamaba,

_ ¡¡Dokan!!_

_ ¿Si?_

_ Luego hablamos_

_ Hablamos su majestad_





-FIN-



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Ya lego el final de esta maravillosa historia de batallas, amor, fantasía y sorpresas, espero que os haya gustado leerla tanto como a mi me gustó escribirla.
Un beso para todos y os deseo un inicio de semana muy feliz.

Hoy tocan besos de cerezas y albaricoques, muy frutales como veis.

6 comentarios:

J.P. Alexander dijo...

Me fascino esta historia aunque fue muy triste el final casi llore. Ay Irene eres genial para este tipo de historias.

Marcos DK dijo...

A mi también me pareció un triste final para un amor como el que se sentían. Me hubiera gustado hacer algún dibujo más de esta pareja, pero solo los haré para la continuación de esta aventura... (ahí lo dejo... ahora que venga Irene y lo recoja)

Explorador dijo...

Un fnal..agridulce, pero apropiado, creo, después de una última batalla sin cuartel. Me quedo con el “¡No ahora!” Nunca es buen momento para ver desaparecer lo que amamos, aunque luego la historia cambiase. Esperamos la próxima historia, tu cabeza bulle de proyectos, parece...y me alegro.

Un saludo :)

Emilio José Pazos Brenlla dijo...

Este fin de semana del 10 te escribo algo que tengo que leer capítulos atrasados y ahora tengo el viernes un examen importantísimo, es el último. Saludos.

Unknown dijo...

nooooooooooooooo
yo queria que terminaran juntos ! T.T
bueno sera!
pero que maravilloso te quedo querida
el final no era el que yo esperaba
pero me cogio el alma igual
eres increible siempre dandonos sorpresas!
nos vemos cuidate mucho besoss!

Sergio dijo...

Buenas, Irene. ¡Cuánto tiempo! Te cuento: he desaparecido prácticamente estos meses porque estuve muy metido con el tema de las acampadas y tal, y con los estudios. Ahora estoy más relajado y tengo más tiempo. ¡Cuánto por leer tengo ahora! XD

Perdona la desaparición.

Me metí el otro día todos los capítulos de "En Tierra de Confidentes" en el eBook y lo leí con calma.

Bien, te cuento:

Este relato largo me ha suscitado impresiones contradictorias. Por un lado, creo que de lo poco que te he leído aún, es lo que menos calidad tiene. Y me choca, porque tienes cuentos realmente fantásticos y de una calidad sobresaliente. Pero, no sé, me parece mucho menos trabajado éste. Y no me gusta, ¡porque tienes calidad de sobra!

Por otro lado, el amor que no puede ser en torno a lo que gira el cuento me encantó.

«Y sentenciaron el pacto con un beso en los labios, corto, casto, para inmediatamente después, partir cada uno por su lado».

Esta frase es perfecta, y define, ese "casto", todo el dolor que los rodea.

Ah, para los incisos, la raya se hace con (Alt+0151). Mira que lo tienen bien escondido en el teclado... XD


Un fuerte abrazo. Estos días comenzaré a leer otros relatos tuyos^^.