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jueves, 24 de febrero de 2011

Concurso "El bien y el mal" Sueño herido (Por Holkan y Gael)

Continuamos con el siguiente concursante y recordar que las opiniones y comentarios a cerca de los relatos participantes sean constructivos, de buen gusto y con respeto.

En la cabecera del blog encontraréis el resto de relatos ya publicados, por si os habéis perdido alguno.

Ahora a leer y disfrutar

Muchos besos




Sueño herido (Holkan y Gael)



Sus pies se posaron sobre el frío quicio del concreto. Las alas negras se cerraron y los dedos de ambas manos se pegaron al cristal. Miró las alas blancas y la tersa piel desnuda a través del vidrio. Ella, el ángel de piel blanca, sintió la fría mirada, despertando para encontrarlo. El demonio se ocultó del lado de la cortina roja y encendió un cigarrillo de recuerdos. El humo contagió al ángel blanco que volvió a dormir; recordando momento que no había vivido. Los añoró.
El demonio descorchó una botella de nostalgia, dio un largo trago y luego una bocanada más al cigarrillo. Sólo había un paso para estar con ella, con ese ángel magistral, soberbio y podría declararse como inmaculado. Si, de alguna manera se conocían, tenían años de de saberse, sentirse y todo sin siquiera tocarse.
Ella lo buscaba en cada sueño, él le arrebataba esos sueños haciéndolos suyos. El demonio la soñó despierto, ya embriagado de nostalgia le dio muerte al cigarro. Entonces, penetró en alcoba. Tocó su piel, recorrió su cuerpo, bebió las palabras sordas de sus labios. Mientras, ella sonó que lo sentía.
Las manos del demonio hicieron el cabello negro hacía atrás, despejando el rostro. Percibió los labios de ella fusionarse con los suyos, al tiempo que ella soñó besarlo, y lo soñó tanto que advirtió como el demonio se recostó para mirar de cerca la belleza suya, su belleza de ángel blanco; quien desplegó las alas como queriendo volar.
El demonio miró la herida en una de ellas. La herida sangraba. El demonio se hizo en pie para lamerla con delicadeza. La ácida saliva apenas la sanó. El ángel deseó despertar, pero él la obligó a seguir soñando, pues entonó un canon subterráneo pero llena de pasión, una canción que solo ella podía escuchar y que solo él podía entonar en perfectas y desconocidas notas de ultratumba. Fue con el ángel sintió los dedos en sus hombros, los observó dormida cómo se deslizaban serpenteantes deslizarse por el filo de su espalda. Aquellos dedillos largos y marfileños se posaron en las nalgas, apenas rozando con suavidad, luego volaron asustadizos hasta las mejillas, sabiendo que no podían corromper al ángel de esa manera. Él volvió a canturrear una melodía, ahora más borracha, más etílica, menos pesada. Con gozo el demonio observó como su ángel esbozó una sonrisa entre sueños, pues el murmullo de la melodía le hizo estremecer y sentirse protegida.

«En la profundidad de este oscuro lugar, el tocarte provoca mucho dolor…No importa si es aquí o en el más allá. Te suplico nos hagamos uno aún así, en sueños o en pesadillas…Pintaré tus piernas de carmesí y tus sueños de escarlata. Sé bien que nosotros no tenemos derecho a soñar así. Acechándonos en la noche, me atrevo a desafiar todo pecado»

El demonio se atrevió con parsimonioso movimiento a posar una mano sobre el seño de su ángel, luego, nuevamente y con sutileza posó la otra; y ella lo besó en sueños, lo besó en el cuello y le permitió acurrucarse con ella. El demonio yació con ella y ella suspiró en su letargo y en el rostro del demonio que la tomaba. La alcoba se hizo un infierno. Él recordó su destino. Vomitó el recuerdo de un lamento extasiado. El calor se fusionó ambos entes haciéndolos de vapor. El infierno se hizo en el cielo y la locura se adueñó de ambos. Ángel y demonio. Demonio y ángel, continuaron yaciendo, danzando. Uno despierto, otra dormida.
Ella abrió los ojos sabiéndolo un sueño. Él clavó su mirada en aquellos ojos negros. Los labios se fusionaron otra vez. La lengua de él le robó las palabras y se las tragó. Ella atinó a suponer que sostenía la melodía borracha en su corazón. Entonces, la nota aguda de un violín lejano a la alcoba hizo a las venas transparentes del ángel, llenarse de azul, azul olvido. La oscuridad se trasmutó en luz, luz líquida que ahogó la imagen del rostro de aquel demonio.
Ante todo, los labios de él caminaron, se arrastraron y contrajeron de las mejillas del ángel hasta su delicado y esbelto cuello. Las alas negras se hicieron grandes, soberbias, tan eternas. Las alas blanquecinas brillaron con igual eternidad. El demonio enloqueció, pues la cordura fue asesinada por las balas de la locura más profunda, venenos de un sueño efímero. En tanto, el filo del amanecer laceraba la espalda del demonio, más él se resistía a dejar aquel pasaje húmedo y tan secreto que acunaba la herramienta de su masculinidad. El demonio no quería dejar aquel lecho en aquella alcoba llena de indescriptibles sensaciones. Ella luchaba por sentirse para siempre llena del demonio y seguir escuchando sus corazones palpitar como diapasones.
Él ángel lloró de placer, placer de sangre, de asesino. Placer envuelto en la locura, en anhelo de pertenecer a otro cielo… al cielo del infierno, al infierno del cielo. La locura se suicidó en cada sollozo de ambos; en cada lágrima del ángel se escurría la vida del demonio delirante, pues con las alas negras erguidas él besó los labios grises de su ángel y se perdió en la cegadora luz de sus alas blancas.
Sin mirar la escena, una rata bebió el veneno del demonio derramado en la alcoba, el cielo se hizo rojo, el infierno azul, mientras… él seguía enjugando su vida propia en las lágrimas de ella, de esos ojos profundos y solitarios, tan nostálgicos y tan perdidos en la molesta luz que parecía ya, emanar de todos lados.
El demonio se retiró de ella, dejándola vacía, vacía de cuerpo y vacía de alma y ella agudizó su llanto. El ángel aún así lo besó con enternecedor tacto en la mejilla. Lágrimas de sangre llenaron sus labios. De nuevo, el demonio la obligó a caer en sopor.
Ella soñó estar entre sus brazos, encontrando al sueño lastimado. Besó la herida del sueño y el sueño se quejó de estar con un lamento infernal, pues el ángel cerró la llaga con trozos de recuerdos; llorando aún, la vida del demonio. Las alas negras se cerraron de nuevo. Con pasos lentos el demonio se acercó al enorme cristal de la ventana.
Mirando la ciudad lavada por lágrimas de cielo; creyéndola suya atravesó el cristal. Recogiendo la botella de nostalgia la metió en la bolsa junto con la veintidós. Voló al cielo gris del alba. Se posó entonces en el filo apenas resistente de un rascacielos. Desembolsó la Colt, postrándola en su sien. La nostalgia se transformó en tristeza.

«Estoy cansado y agotado. No sé ya lo que es el aquí ni el ahora. Tampoco distingo el alfa del omega. Me quedó ciego en la oscuridad, pero me pierdo en la luz.»

Las lágrimas de sangre brotaron; porque un demonio solo tiene derecho a derramar sangre, sangre negra, sangre ponzoñosa, pero sangre al fin. Las lágrimas brotaron, otra vez. Había herido un sueño, quizá el último que quedaba. Su corazón le pedía muerte, para sanarse, para sanar el sueño del ángel. El miedo creció en el interior; porque los demonios son los que más tienen miedo, por eso son poderosos… para ocultar su cobardía. Porque los demonios son muy sensibles, por eso son pesadillas para no ser heridos. Porque los demonios son tan sensibles que caen bajo en influjo de ángeles que duermen para derramar en ellos todo aquello que no se les es permitido expresar, ni sentir, ni anhelar.
Las manos del demonio sudaron de ira, odio y rencor, cáncer. El miedo le hizo desear verla de nuevo. El infierno no estaba de acuerdo, al cielo le daba lo mismo, porque en el cielo larga la lista de ángeles caídos y en el infierno no se aceptaban esas aberraciones nacidas de la luz.
El demonio sabía que de no darse muerte, terminaría más que condenado, condenado a ser un paria y repetirlo una vez más y en cada repetición perder algo de vida… ¿vida? Sí vida, porque muchos demonios nacen en la tierra, como los ángeles terrenales…también los hay demonios así. Por eso, vacilante jaló del frío gatillo. El martillo golpeó a la nada.
Silencio.
El infierno miró con sardónica especulación.
El cielo… el cielo ni miró.
Silencio.
Todo pasó tan rápido por su cabeza. Las alas negreas se encogieron y recordaron a las blancas. La piel se hizo de gallina, recordando la tersa del ángel. Sus ojos no lloraron más, recordaron los besos de ella, de su amada, de aquel ángel que lo llevó a los confines de lo desconocido en un jadeo de éxtasis provocado por su desencadenado Apocalipsis.
Silencio.
El aire titilante. El astro Rey ególatra ahí arriba, recordando a los desconsolados que siempre hay un nuevo amanecer. Nos guste o no. Recordando que la noche no es eterna.
El demonio abrió los ojos. Su mano posada en el gatillo… nada pasó… y él lo meditó.
Quizá en otro momento le pondría balas. El demonio escuchó las risas del infierno y el tronar de lengua del cielo en clara decepción.
El demonio cubrió su rostro de los destellos solares, cubrió sus ojos aún manchados con sus lágrimas por el sueño herido, por matizar a su ángel, por hacerla caer. Y llegó a su nariz el aroma de universo y luz de ella en mano. El demonio se preguntaba en qué momento la esencia destilada en su estómago le hizo tomar la decisión definitiva. Entonces, al dar vuelta para rehuir de esa luz tan abrumadora, se despidió de sus alas negras, renunció a ellas y que fuera lo que el destino quisiera. Con los ojos cerrados y con largos dedos sobre ese plumaje de negro noche, lo sintió.
Ella, estaba ahí, tan flor de desierto, tan despierta y tan viva, lastimada como él. Ella le sonrió como el recordaba y ella… ella, tampoco poseía más sus infinitas alas blancas.

«Entonces estaremos dispuestos a herirnos en sueños, de desgarrar sueños y mutilarlos.
Entonces yaceremos en un lecho de rosas con espinas y te arrullaré cada noche y tú me acunaras en tu regazo, palideciendo con cada estocada que tu jardín divino reciba de mí.
Entonces… estaremos en la misma alcoba indiferente y envenenada»

Profecía de impulso. Ambos acariciaron el fuego revelando sus llamas en aquella alcoba. Ya no había alas. Ya no había sueños rotos ni manos heridas. Congelaron su esencia y cicatrizaron su vida. Ella ocultó su brillo tras la neblina y él rechazó el horizonte de las noches fúnebres.
El Rey Sol… fue olvidado. La Reina Luna… negada.

5 comentarios:

Juanjo dijo...

Me ha gustado la forma en que escribes...botella de nostalgia, matar al cigarro, la locura se suicidó...buf este relato está lleno de una unión de palabras que hacía tiempo que no leía, como le cambias el sentido.. genial.
Un saludo
Juanjo

J.P. Alexander dijo...

Me gusto muy original

laqua dijo...

Muy poético :) Me gustó.

Anónimo dijo...

En este relato, titulado “SUEÑO HERIDO”, sus autores HOLKAN y GAEL, nos muestran la imposible relación de devoción que siente un demonio hacia un ángel y aunque los sentimientos del personaje se hallen encontrados...

Lo que llama la atención de este relato es la belleza de las descripciones de los sentimientos complejos del demonio, el uso de las metáforas y la delicadeza con la que transcurre la escena, de un gran erotismo contenido y una bella fluidez que pasarían por ser un relato erótico si logramos abstraer el drama que se sucede ante nuestros morbosos ojos: que es un demonio intentando poseer lo inalcanzable, contra su natura, un angel que se le escapa como la arena entre los dedos…

La reseña de este relato con foto y demás relatos en:

http://homografiagay.blogspot.com/p/comic.html

Lu Morales dijo...

Increible mezcla del bien y el mal, el bien disfrazado del mal y el mal del bien. Todo envuelto por esa cortina efimera llamada amor, que parece ser que todo lo puede, derrotando a la vez al bien y al mal.